La batalla estaba teniendo lugar en el Pico Óvera, pasando las colinas se podia observar esa daga que llamaba a la muerte como un niño a su madre. A lo alto del Pico, se podía observar una cueva negra, oscura fruto de los multiples desprendimientos de Pico, que sin duda, en un pasado fue una hermosa montaña.
La sangre manchaba las paredes de la cueva y las pequeñas gotas se aferraban al musgo como pequeñas perlas rojas, brillantes y explendidas, nadie se podia imaginar el dolor que traían esas joyas. Al fondo de la caverna, dos figuras una tendida sobre la otra, la mas pequeña parecia dolerse del brazo izquierdo mientras que la otra, mas grande enorme, casi tan grande como la misma cueva, estaba tendida en el frío suelo, inmóvil. Un rayo de luz atraveso una de las grietas de la caverna e ilumino el bello rostro de Sir. Calafón, justiciero y cazador de dragones, tenía ante el, al último dragon. Preparado para brindarle el honor de pasear con la muerte. Espada en mano, undiendola en el pecho del reptil mientras este se retorcía de dolor y agonía. Sir. Calafón se tomo su tiempo antes de sacar la espada del pecho del animal, quería regocijarse un poco con su dolor, mientras el dragon entre gritos sordos de dolor y tristeza, suplicaba a la muerte que llegará, pero esta no aparecía, solo el dolor. Por fin el matador de dragones saco la espada, saboreando la fama que le traería haber matado al último de los dragones y, por supuesto, los ojos almendrados de la joven princesa clavados en los suyos, ya podía sentir el suave tacto de sus labios con los suyos. ¡Si definitivamente este era su dia!
Una vez hubo matado al dragon le arabco una escama para demostrar su proeza, y partio a palacio, la tradicion mandaba esperar un dia despues de matar a un dragon, para dejar que el espiritu de este se esconda entre las rocas y muestre los tesoros que esconde, las joyas, el oro, demostrando así que no es mas que un ser inferior y repugnante.
Esto mandaba la tadicion humana, pero no era así. No era cierto, los dragones nunca habían perseguido el oro y el dinero ¿De que les servia? ¿Para que esconderselo a los humanos? No tenía sentido. Y allí en mitad de la cueva se hayaba el cuerpo del último de los guardianes de la Tierra, el Mar y el Cielo. El último Dragón.
La sangre manaba de su pecho como un torrente de agua fresca, era plateada limpia y pura. Trató de levantarse, pero no podía, habia llegado su hora y lo peor es que era una hora lenta y dolora. No entendía por porque habían acabado así, no lo entendía, no entendía porque esas criaturas, los humanos, les daban caza si ellos les habían cuidado y protegido como a niños, tiempo a tras. Parece que no se acuerdan de aquella época. Los dragones, encargados de mantener el el quilibrio en la tierra, habían sido masacrados por los humanos, ¿Ahora que quedaba? ¿Que pasaría con el mundo? El dolor que le producía pensar en esto era mas grande que el de la herida del pecho, el Dragón estaba triste, el bosque cantaba una canción de lamento al son del viento, el bosque estaba triste, el viento estaba triste, el mundo estaba triste, no querían ver partir al último Caballero de la Tierra y menos, después de haber sido humillado tan injustamente...
El Dragón oia al bosque y mientras escuchaba su canción, no pudo evitar dejar escapar dos lagrimas transparentes como el aire, que rodaron por su rostro mientras lo abrazaban en consuelo.
Era curioso que en una noche tan triste habria tantas estrellas y tan brillantes, era una noche como ninguna hermosa, bella, alegre... No era un dia alegre. El Dragón, con un último esfuerzo, giró su cabeza hacia la entrada de la cueva para contemplar por utlima vez ese hermoso mundo que el había visto nacer, que el había criado, que el había amado. No pudo evitar sonreir al ver aquella noche estrellada, al ver a sus hermanos, esos dragones muertos estaban ahí arriba esperandolo en forma de estrella, todos y cada uno de ellos aguardaban felices su llegada. Unas lagrimas de juvilo se escaparon ellas muy traviesas por los ojos del Dragón, por fin volvería con ellos, por fin les vería, por fin sería libre. Y no aguardó mas, se dejo morir, allí mismo, en la cueva que lo había asesinado.
El bosque emitio un lamento y las copas de los arboles se agitaron violentamente, el mar rugía y los pajaro emprendieron el vuelo en estampida al rededor del Pico Óvera. No querían que nadie olvidara nunca el ascenso a las estrellas del último Dragón.
El Dragón cerro los ojos y sintio una calor por todo el cuerpo, un calor agradable, que lo envolvia y lo protegia su espiritu estaba ya en las estrellas, ya no había dolor, ya no había miedo, se había ganado su estrella ahora no tenia porque temer a los humanos, podía hacer lo que quisiese sin miedo a una espada, por fin estaba vivo. La muerte fue su billete a la vida.
Las millones de estrellas que cubren el cielo, todas ellas ya son capaces de buscar un lugar mejor ya han crecido, y se han convertido, en los Guardianes del Universo, dejando como legado la Tierra a los humanos.
El Dragón no le guarda rencor a los hombres, les deja la tarea de cuidar la Tierra.
El último Dragón era un noble Caballero.